jueves, 26 de abril de 2018

Música...


-Hay una melodía- Dijo el anciano deteniéndose de abrupto. Se lo notaba divertido mientras señalaba su oreja y cerraba un ojo. Hizo una pausa y luego agregó.
-Es ...tintineante- las palabras resbalaban de su boca como un susurro.
La música le hacia cosquillas entre las paredes de su sistema nervioso recorriendo todo su cuerpo desde su oído, pasando por su nuca y llegando a la punta de sus pies,
-Qué, no la escuchas?-Replicó sin creerle ante la inexpresiva cara del observante.
El joven hizo un intento mas, esforzandose.
-no¡-Contesto tajantemente.
Hizo la prueba de acercarse a uno de los árboles de tronco enorme donde el viejo parecía perderse con la mirada, quizás algún tipo de sonido repetitivo de la naturaleza le hacía pensar que había música.
Pero comprobó que no se escuchaba nada, lo que provoco una expresión confusa en su rostro mientras más incurría en la lógica para determinar la procedencia del mismo, descubriendo que no había lugar.
El sol apenas había comenzado a caer en el bosque. El ruido de las hojas tras sus pasos era reconfortante y aun les quedaba un buen trecho de recorrido.
El hombre mayor levanto su mirada mientras esbozaba una sonrisa perfecta.
-Es de flautas, un piano, violines. Incluso hay un coro. Parece como si las hadas lo hicieran-
Pobre muchacho. Jamás entenderá la música que puede haber en los silencios. Sobre todo en los bosques fantásticos.

sábado, 21 de abril de 2018

El hombre al revés...



En un principio creyó acostumbrarse al movimiento y el ruido constante, de los vehículos y de la gente. No por nada había permanecido en ese sitio los últimos seis meses de su vida. Todo debido a su capacidad de “adaptarse” pensó.
Pero de a poco su situación fue acudiendo al pánico. La ciudad volvió a resultarle alborotada.
Aquella masa apresurada, sucia y contaminada siempre fue como un ente totalmente externo a él. Algo de lo cual era difícil identificarse.
Quizás era lógico para alguien que venía de un barrio más calmo.
Ocurrió como si el resultado fuera el desarrollo de una acción indeterminada, perdida entre sus experiencias, arrastrando las consecuencias hasta volver a hacerlo intolerable. Destino? Casualidad? 
Tal vez tenía que ver con cierto momento de su infancia, que por algún motivo, disparó nuevamente la molestia por las nubes.
Recordaba ser muy asustadizo cuando era niño, los sonidos fuertes y las explosivas reacciones le producían rechazo.
En una ocasión su tía lo saludo enloquecidamente cuando lo vio después de mucho tiempo.
–Oh ahí está mi pequeño preferido!!!- exclamó ella con voz aguda, mientras lo abrazaba con fuerza. Él era tan solo un niño de cuatro años. Tuvo pesadillas sobre ese momento.
Podrías suponerlo exagerado, pero todos podemos hacernos una idea de lo difícil que le pueden resultar las cosas a un niño al estar descubriendo el mundo.
Ese sorpresivo cambio en la perspectiva de la ciudad, que ahora le resultaba opresiva, no lo relaciono en lo más mínimo con el estrés por esforzarse en los estudios, o las tareas para el hogar del instituto, ni por tener que tratar a sus compañeros para aprobar algún trabajo práctico. Si, aquello le demandaba paciencia, y lo relegaba a una posición de nerviosismo. Pero más bien los días lo fueron llevando de la mano para que su vida no se haga un caos… primero la mudanza al sitio, mover cosas, arreglar y comprar otras. Conocer personas nuevas, visitar lugares nuevos. También las expectativas servían como impulso dejándole siempre una curiosidad de ver los resultados, “un hombre independiente que puede sobrevivir sin ayuda”. Luego las responsabilidades, preparase para poder permanecer sin que todo se desmorone, pagar las cosas, repararlas si era necesario de lo contrario sufrir las consecuencias.
Su corazón se aceleraba al ritmo de esa ciudad. Estar ocupado, mantener su cerebro con trabajo, socorriendo a los reclamos de sus quehaceres diarios no había dejado tiempo a pensar en lo oprimido que se sentía. Cuestión que podría ser el síntoma de una tristeza olvidada resurgiendo con dolor, sin aparentes causales directos, debido a que estos ya habían ocurrido tiempo atrás. 
Una noche, cuando encontró un tiempo, pudo salir al parque y mirar al cielo. Y aunque estaba fresco no le importó. Se quedo maravillado persiguiendo estrellas en lo alto. 
Un instante tranquilo.
El viento tenía algo… algo que sin pedir permiso simplemente se vertía directo en su sistema, generando ese “sentirse más completo”. "Magia" se le ocurrió.
Pudo llenarse los pulmones, bucear en sus secretos, recargar energías.
Hace cuanto no le regalaba ni un minuto al cielo para saludarlo se preguntó. 
Las noches eran un poco más calmas así que se sentía cómodo en ellas. Comenzó a ser un hábito salir con sus amigos durante esas horas en las que el sol desaparecía. 


Un día regresando a su departamento después de los estudios, unas cinco cuadras antes, noto por primera vez aquel local. No sabía si había estado en esa ubicación desde siempre o si era completamente nuevo en la zona. Pero su estilo victoriano, elegantemente decorado, misterioso en su estructura retorcida le llamo con potencia la atención tal si le tiraran comida a un perro hambriento.
Parecía un negocio de cosas viejas. En la vidriera se veía toda clase de relojes, sillas de madera, libros y un largo etcétera con diversos años de añejo. La gran mayoría de estos tenían marcas, pero otros volvían las agujas a otros tiempos, porque estaban intactos.



Al llegar a su departamento, subiendo algunos pisos, su estomago le recordó que no había probado comida en todo el día.
El departamento lo recibió silencioso. Aunque aun se escuchaban los acoplados ruidos de la ciudad fuera, sobretodo del tráfico. Aun así, el cambio de ambiente le sintió de lo más bien.
Algunas cosas estaban desordenadas, pero después se ocuparía de ello. Las cortinas permanecían levemente levantadas, cuestión por la cual ingresaba una tenue luz del sol.
El lugar era chico pero al menos era el único al que se sentía pertenecer. Como si las paredes y cada objeto puesto allí le brindaran un abrazo.
La posición de cada mueble, la distribución de los libros en uno de ellos, la pequeña colección de mascaras, los dibujos de su hermanita desparramados sobre un costado del escritorio, la lapicera “interminable” dejada en aquel vaso negro y las demás decoraciones, le parecía que llenaban de valor cada centímetro. Podía incluso contar una pequeña historia con cada una de aquellas piezas. 
Dejó su bolso, en la silla de la cocina, donde siempre lo tiraba. 
La cocina no estaba separada de su living ya que era un departamento de dos ambientes, transformándolo en un alargado espacio comparándolo con otros menos desproporcionados.
Tenía sin embargo un pequeño balcón que le gustaba abrir en algunas ocasiones cuando le parecía estar incluso más solo que de costumbre, a la vez que escribía o leía algo y alzaba su vista a puntos inciertos del horizonte o a los árboles de la plaza que suponían un agradable descanso entre tanto ver edificios.
Sentado en su sillón en el medio del salón, vio al sol irse pesadamente detrás de la ventana, y no evito volver sus pensamientos a esa porción del mundo en la que se encontraba, aquella ciudad. La sentía como un ser viviente en sí mismo.
Con sus arterias, las calles y veredas, casi pareciéndose a unas venas, y su sangre y su aire... las personas. Qué clase de maquina maquiavélica era? 
 Al estar algo consciente su análisis empezó a hacerse más concreto. Su agitación hacia la ciudad probablemente se debía a que tenía una característica principal que la distinguía de entre tantas otras. Sus calles eran estrechas, en su mayoría empedradas. Su agobiante color apagado solo desaparecía en algunas zonas. Su arquitectura desencajante, vertical, de torres y cúpulas. El clima que desfavorecía las estampas mas lindas y lo arrinconaba a lluvias duraderas.
Dónde estaba realmente? cómo había llegado allí? todo era muy loco. Entonces empezó a cobrar un poco de importancia el concepto de destino aunque nunca le quiso impregnar total confianza y valor a ese término.
Hizo el esfuerzo de pensar los origenes de aquella extraña ciudad... imagino a los fundadores, construyendo a su antojo una casa por aquí, otra por allá, con un estilo diferente,  terminando por conformar una amalgama rara, destartalada, con la única cosa en común de que ocultaba un triste pesar tras su apariencia.

Salió rápidamente de la ensoñación porque probablemente nada de eso era cierto.
Y allí al fin se encontró tomando el último sorbo de leche de su bowl de cereales. Miro el reloj colgado en la pared y le sintió ajeno. Nada de aquel objeto tenía alguna referencia al tiempo.
Sin embargo miro el reloj roto de su muñeca y allí lo sintió inconfundible... el tiempo...
Su padre murió y lo último que le regaló fue ese reloj.
Como quisiera estar con su padre. La respuesta a su pérdida siempre fue la imaginación. Imaginarse que estaría con él charlando o haciendo alguna labor juntos del hogar.
Decidió guardar el reloj para que no se le perdiera nunca. Lo pondría en aquel cajón de la mesita de luz cercano a la cama.
Se compraría otro al día siguiente en aquel local de cosas viejas. Encontraría seguramente uno a buen precio.
Esa noche soñó con diferentes situaciones, algunas personas disfrutando en un antro mientras la música electrónica a todo volumen y el juego de luces contrastando con la oscuridad hacia mover sus cuerpos. También un bar donde dos amigos intentaban acercarse a ese grupo de chicas. El señor sacando a su perro a quien la brisa le acariciaba el delicado pelo negro, mientras la hija de aquel hombre estaba besando a su novio en el cuarto de alguna casa. O aquel callejón cerrado y oscuro en el que dos amigos se escondieron, entre los contenedores de basura a tomar algo de alcohol. A veces se sentía un fantasma disparado a ver el mundo y luego se enteraba que su mundo estaba limitado y en realidad era solo imágenes de aquella ciudad.


En el instituto al día siguiente los estudiantes en el recreo hablaban sin parar. Pudo escuchar el bullicio de las voces aglomeradas alzándose por sobre todas las cosas. De nuevo algo comenzaba a fastidiarlo y lo hizo tomarse con fuerza la cabeza.
La ultima asignatura paso rápidamente y pudo al fin ir regresando a su hogar. Llegaba el fin de semana por lo que sentía un gran alivio a pesar del movimiento agresivo de la gente al pasar. Colapsando las bocas de los subtes, llenando negocios de comidas, tocando bocina, rompiendo materiales para reparar, peleándose por pasar primero, vendedores gritando para llamar la atención y humo negro contaminando todo.

Al entrar al local de cosas viejas, luego del tintineo de la puerta, noto que estaba repleto de cosas. Eran tantas que lo hacían sentirse un poco aprisionado. La vista se perdía de tanta información junta. Por alguna extraña razón sin embargo, también lo encontró reconfortante. Era un lugar acogedor.
Se dirigió al mostrador, colapsado a sus costados de objetos que también colgaban por todo el techo.
Encontró cerca una pequeña repisa. Detrás del vidrio había pequeños relojes, varios ya le estaban gustando por sus formas y colores.
Cuando al fin salió el vendedor desde un rincón en donde se amontonaban cajas, objetos y muebles.
-Hola, en que te puedo ayudar?- Fue la primera voz dirigida hacia él en toda una semana, en una áspera melodía.
-Estoy viendo algunos relojes- contesto sin quitar la mirada a estos.
-Ah, muy bien! Tengo algunos muy buenos y a buen precio-. Repuso entusiasmado con algo más de claridad, a la vez que gesticulaba mucho con sus manos. Un rasgo de lo más extraño.
Cuando giro su cara para mirar al vendedor el impacto de su imagen hizo escapar un gesto de susto.
El mismo tenía un traje gris impecable muy formal, de corbata y también galera. Lo inusual en esta "persona" era que... estaba al revés.
Si no lo hubiera visto bien, pensaría que el vendedor estaba de espaldas atendiéndolo mientras acomodaba algunas cosas. Le hubiese gustado que fuera así. Sin embargo no era la ocasión.
Las proporciones de aquel eran normales, solo que no encajaba la dirección de su tronco con las de sus brazos; Parecía estar de espaldas, su traje lo hacía pensar así, incluso su cabello en donde debería estar el rostro no dejaba dudas de su posición. Sin embargo vio claramente sus brazos, que estaban tal si alguien lo recibiera de frente. Esa cuestión genero una confusión que le produjo retorcijones en sus sentidos intentando interpretar la escena mientras los estímulos se entrechocaban y trastabillaban.
El se quedo mudo.
El ser extraño entonces hablo de nuevo.
-Bueno cuando te decidas avísame, estaré sentado aquí.- Su tono fue forzosamente amigable.
Y luego camino hasta sentarse. Caminaba como si esa espalda fuera su parte frontal.
Sus piernas seguían la dirección de sus brazos pero de cualquier manera el desplazamiento que producía verlo moverse era de lo más extraño, casi dañino a los ojos, de no saber bien que se está viendo, confundiendo los parámetros de la realidad.
Absorbió levemente un poco de aire en un gesto de miedo.
A los segundos decidió que debía aparentar no enterarse de la diferencia. Quizás ese ser estaba loco por intentar aparentar normalidad cuando por los cuatro costados mostraba rasgos inquietantes.
Volvió a ver los relojes con dificultad. Intento concentrarse lo más que pudo.
La mirada nerviosa se le iba como si un alce estuviera observando de reojo disimuladamente la potencial amenaza de un león que apareció entre los arbustos.
En un pequeño momento aquel hombre giró su cabeza a un costado para inspeccionar algo. Fue la oportunidad idónea para intentar ver que rostro poseía del otro lado.
Sin embargo se encontró con que donde debían estar sus ojos no había nada más que dos círculos sutilmente hundidos. Y en la posición en la que supondrías encontrar  su boca se vislumbraba una porción descuidada de piel maltrecha.
No poseía nariz u orificios que indicaran que alguna vez tuvo. No estaba seguro siquiera de si esa era su forma verdadera. Seguramente muchos pensarían en retirarse apenas vieran algo semejante, pero más que una acción de lentitud aquella observación sobre la amenaza era un instinto para prepararse ante cualquier consecuencia.
Resolvió no seguir observándolo, debía elegir un reloj y marcharse cuanto antes.
-Me agrada ese plateado.. los… los costados con líneas rectas le da una forma genial, me lo llevo-. Agrego rápidamente con palabras atropelladas.
-Oh ya veo, es una magnifica pieza- menciono levantando un dedo y aclarando su voz en un tono más alto sin dejar la voz áspera -Tienes buen gusto. Son solo 40 diclens- Terminó asomando su cuerpo por el mostrador y se quedo quieto así hasta el momento de la entrega.
Al finalizar la compra salió rápido de la tienda y corrió a su departamento.

No podía ser real. Su mente le tuvo que haber jugado una mala pasada.
Lo más seguro es que se haya vuelto loco. La desesperación lo revolvió por dentro hasta estar exhausto del cansancio.
Al final determino que tenía que volver a la tienda para asegurarse de su desconcertante experiencia. 

Cuando entró nuevamente a la tienda le extrañó escuchar un silencio inquietante de esos incómodos que pareciera estar mal arruinar. Solo se quedo inspeccionando con la idea de asimilar la información con la máxima consciencia posible.
Para su terror allí aparecía otra vez el hombre al revés, con su traje, con su galera, cerca del mostrador.
Pero como él aun no se había acercado del todo este no menciono palabra alguna.
Miro los objetos a la venta, eran verdaderas reliquias del tiempo. Se preguntó de dónde habrán salido todas aquellas baratijas, artilugios, piedras joyas y demás trastos.
No sabía que iba a decir pero tenía que acercarse a aquel ser, para poder creerlo.
Tal vez esa curiosidad se debía a que sabía exactamente la naturaleza real del extraño ser, reconocía lo diferente aunque se vista de normal justo como muchas otras cosas en la vida. Aquello no era un invento, no era un compañero de instituto queriéndole hacer una broma pesada o algún extraño intentando dejar impactados a sus compradores desarrollando una tonta técnica de promoción algo inconsciente y exagerada disfrazándose de forma exuberante.
Cuando llegó al mostrador el extraño hombre estaba mirando fijo hacia la puerta, como si tuviera ojos puestos entre sus cabellos. Entró para su sorpresa un nuevo cliente.
-Hola, estás buscando algo en particular? -
-Me interesa ese candelabros de ángeles de allí, cuanto está?
-Ajah tiene tantos años en ese mismo rincón que de seguro le encantaría tener un nuevo dueño... Le llegue a tomar aprecio, incluso le limpio todos los días. Sabes… me caes bien, puedes llevártelo a 70 que te parece?
-Mmh me parece bien- respondió la joven volteando su mirada contenta al preciado objeto, a su vez haciendo que el pelo cubra su perfil sonriente.
No pudo entenderlo bien, aquel cliente pasaba por alto cualquier cosa extraña. En consecuencia era lógico que él estaba viendo algo incorrecto.
La comida le calló mal? se intoxico? estaba alucinando? estaba soñando y no se había dado cuenta? De esos sueños largos en el que pasa varios días.
-Crees que estás loco cierto?- Inclino su “cara” en un gesto de curiosidad.
-En este lugar no entra cualquier persona. Solo los que buscan algo en particular. Y no se trata de objetos materiales como podrías llegar a pensar.- Le dijo apuntando al reloj de su muñeca que había comprado en el mismo local.


Después de aquel día la ciudad fue reestructurándose en su concepción como si las piezas de un rompecabezas comenzaran a unirse y tomar más sentido.
El local de cosas viejas fue un sitio al que acudía habitualmente.
El hombre al revés resulto ser un buen cuenta cuentos que generalmente terminaban con una moraleja.
En una ocasión pareció olvidarse de terminar la moraleja entonces le pregunto por esta porque se estaba muriendo de la intriga.
Alzando su supuesto rostro hacia arriba en una clara expresión de pensar este dijo.
-Bueno… pues eso… el sapo al final se puede quedar con las princesas... o no?- cada palabra fue transformándose más en una duda que un una afirmación por lo que esto le resulto sumamente gracioso.
-Te invito un té el viernes grito cuando él se alejaba haciendo golpear la puerta, despertando al llamador de ángeles.


Otro día se encontró con el hombre al revés. Este se sentó a su lado en el banco de la plaza Ycarium reconocida por tener la escultura más impresionante de un lobo corriendo.
Ver el horizonte hizo que se le agrande su espalda? Pecho?... bueno en realidad dependiendo de la referencia que tomes.
Le dijo -La gente en general no quiere ver lo que le da miedo… Prefiere hacer de cuenta que no existe. Es más su mente hace que no exista por más de que este allí en sus narices. Sin embargo tu.. tu miras el miedo y le haces frente.-
Al escucharlo él sonrió incrédulo.
-Me halagas pero no es tan así.
-Parece entonces que te le apareces a quienes lo necesitan…
Podrías ser un invento mío.-
-Podría...- contestó con aire de misterio...- Cual es la diferencia?.-
-No sé..-. Repuso mirando hacia abajo y agregó tirándose contra el respaldo.
-Pero solo tu presencia me anima. Gracias.-
Se levanto no sin antes darle un abrazo y se fue mientras el hombre al revés permanecía sentado.
En la distancia pudo ver que una chica pelirroja se le sentaba al lado y lo veía intrigante, pero con miedo.